Más allá de las cuestiones procesales que se suscitan en el juicio del proceso soberanista, bajo la inequívoca y ejemplar garantía de los Magistrados que conocen la causa, sea dicho, más allá de la prueba anticipada y minuciosamente preconstituida, nos quedará en la mente una cuestión de no escasa relevancia como es la relativa al papel del relator internacional, de esa esperpéntica figura del “experto independiente”, que subyaciendo a todos los movimientos de desvarío que se han venido produciendo en estos últimos años -también en su concepción económica-, estuvieron a punto de colársela a nuestro Gobierno y, en ello, de desvirtuar la naturaleza que representa la tutela jurídica depositada en el alto Tribunal que lo enjuicia.
Marcada por una esmerada hoja de ruta de sus impulsores, incomprensiblemente consentida durante tantos años, sorprende la deplorable actitud de algunos movimientos populistas -incluso disfrazados de partidos políticos- en mantenerla viva, bajo esa descerebrada invocación permanente que supone el apotegma político de intentar ofrecernos una perspectiva de las cosas distorsionada, a la postre, de anteponer sus intereses particulares a los generales de España. Es manifiesto que España les cansa, y sin duda les estorba en sus objetivos.
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