El lamentable drama que estamos viviendo en Cataluña, que además obligamos a compartir en el sufrimiento al resto de la población española, va a dejarnos la triste herencia de profundas heridas de muy lenta y complicada cicatrización. Hace ya muchos años que la más que condenable pasividad de los diferentes gobiernos de España, abandonando su presencia en Cataluña mientras concedía exclusivas competencias en materias tan sensibles como Educación, Cuerpos de Seguridad y Medios de Comunicación a cambio de un puñado de votos en Madrid que les asegurara mayorías de gobierno, ha despertado al monstruo independentista que bien adoctrinado y mejor alimentado, está desangrando de forma cruel nuestro país.
El ataque frontal y furibundo que últimamente, además, anda acompañado de violencia verbal y física contra nuestras más altas Instituciones Democráticas del Estado, ha estado alcanzando el punto de la quiebra de nuestra convivencia en solidaridad y progreso con la destrucción de la integridad territorial española, así como degradando peligrosamente el prestigio de España en el mundo después de 40 años de ejemplar desarrollo en democracia y paz. De nuevo la pasividad, timidez e inseguridad de los gobiernos incapaces de adoptar acuerdos de interés nacional por encima de ideologías, personalismos y afanes de poder, ha propiciado que nacionalismos destructores, filoterroristas con hábitos de demócratas o populismos neocomunistas bolivarianos, han tenido en sus manos, o en sus votos, las llaves de nuestra paralización, y así nos va.
Pero España de forma lenta y dolorosa para todos, poco a poco va doblegando y debilitando ese sectarismo enfermizo que, aun a sabiendas de su triste final, se halla tan profundamente infectado por el odio y la maldad que escupirá su veneno hasta el fin y, quizás más allá. En tanto, la asistencia de los catalanes defensores de una república independiente a las manifestaciones y celebraciones callejeras ha disminuido notablemente, habiendo tan solo salvado el honor de la afluencia los centenares de autocares pagados que han depositado a miles de personas también invitadas a visitar Barcelona gratis en día festivo, a cambio de durante un par de horas ponerse el uniforme de independentista con camisetas y banderas. Pero nada más, ni creencias ni ilusiones, tan solo obediencia debida.
Por otra parte, el desencanto del cuerpo de Mossos d’Esquadra a los que sus iluminados mandos les habían convencido en convertirse en el súper ejército del estado catalán, se encuentran desnortados, divididos y en desbandada ante una orden superior, de igual forma que tristemente acomplejados ante los verdaderos y potentes cuerpos de Policía Nacional y Guardia Civil. Cierto será que en cuanto se oiga una voz de Firmes, de los todavía crédulos no quedará nadie, pues, o estarán inmediatamente preparados para estado de revista o en el paro por expulsión.
¿Qué queda por tanto de la enfermedad y la infección? Pues quedan los ideólogos, impulsores, responsables políticos con notables nóminas a costa de todos, huidos en paraísos, en la cárcel y payasos que sólo vomitan odio e incitan a unos centenares de jóvenes violentos y encapuchados a agredir, destruir o paralizar a la gente o a las calles, bajo las siglas CDR (Comités de Defensa de la República), o diría yo, (Consecuencias de la rabia). Pero esos pobres desgraciados llenos de veneno que vomitar, en cuanto la Justicia, sin encarcelarles, les aplique una abultada multa económica indemnizatoria por el daño causado a liquidar por ellos mismos o por sus padres y familiares, mucho me temo que después de la correspondiente colleja lo que quemarán serán sus capuchas y pasamontañas, volviendo al pupitre y a la urbanidad.
Y para acabar, todo esto está muy bien pero nos lo podríamos haber ahorrado.
Mariano Gomá
Vicepresidente del Foro España