Las ideas secesionistas han sido siempre nefastas para Cataluña y para España. De esos momentos radicales, como el que sufrimos ahora, nunca ha salido nada sólido, fuera de dolor e incluso de muerte.
Todos podemos ser el equidistante de un extremista. Incluso puede serlo un extremista pillado en un renuncio, un momento de debilidad o un súbito e inesperado ataque de sensatez o de moderación. Puigdemont lo fue por unas horas, cuando quería convocar elecciones anticipadas y fue acusado de traidor por los suyos en las redes sociales. La equidistancia se pega a todo desde los ojos sin perspectiva del radical: hay independentismo equidistante, como hay españolismo equidistante. La polarización aleja los extremos hasta aplanar en la lejanía la imagen de los que quedan en medio junto a la de los excitados que están en la otra punta: todo es independentismo para el radical españolista y todo es españolismo para el radical independentista. Cuando sube la marea de la intransigencia, todo lo que encuentra en el camino se lo lleva hacia los extremos. Serán acusados de equidistantes todos los que se resistan a la oleada polarizadora.
Fuente: El País
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