Réquiem por el proceso catalán

Réquiem por el proceso catalán

Al escribir este artículo soy perfectamente consciente que el gravísimo conflicto catalán está todavía lejos de resolverse y aunque el proceso de la justicia seguirá su camino sin amenazas ni alteraciones en su cometido, la incertidumbre de España presentará sobresaltos pues además del conjunto de elecciones que debemos abordar, ahora se suman ni más ni menos que las generales que además de abrir fuego las primeras, posiblemente marquen la pauta de las que seguirán después. La ciudadanía española y la sociedad civil están muy hartas de derivas, broncas, insultos y malos modos de aquellos en quiénes es de suponer hemos depositado la confianza democrática y por tanto la responsabilidad de conducir el país hacia el progreso y la convivencia.

La prueba de lo que muy posiblemente nos espera la encontramos en el vuelco andaluz con la potente aparición del contrapunto a los populismos y posiciones ya presentes de extrema izquierda, que quizás creyeron ser los únicos capaces de violentar hacia los límites el tablero de las ideologías. Con ello se ha demostrado que el péndulo bate en ambos sentidos y a toda acción le sucede la reacción contraria.

Pues bien, aceptado el escenario sí creo que ha llegado la hora de componer un réquiem por el proceso catalán en base a una serie de consideraciones, aunque a quienes les dedicaremos el funeral no aceptan, ni lo harán, las verdades de la situación.

La organización entonces bien orquestada del viaje hacia la independencia de Cataluña, después de un para todos agotador recorrido, no ha conseguido ni de lejos una mayoría social en la que poder hacer descansar el engaño de la voluntad de un pueblo. Sus protagonistas están divididos, asqueados, desnortados sin brújula ni timón, cuando no huidos de la justicia o en la cárcel. Ya no se gobierna al frente del desfile pudiendo verse tan solo el vacío del hemiciclo del Parlament sin que nadie se atreva a convocar un Pleno ni a plantear un orden del día ni por supuesto tomar decisión alguna. Tan solo vivimos las arengas de locos chalados sin talla ni discurso coherente a los que no les queda más que alentar el miedo y la violencia callejera de los barrios bajos y las mafias. Claro, con un diseño y una estructura así, su mundo se descompone orgánicamente y se desmorona físicamente.

Fuente El Mundo

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