Seriedad y rigor en el debate político

Seriedad y rigor en el debate político

Nos encontramos en un momento político y social de gran complejidad, con un Gobierno en una minoría parlamentaria abrumadora; unos partidos políticos con agresividad dialéctica y, a su vez, con divisiones internas; un proyecto de Presupuestos que genera opiniones muy encontradas e incertidumbre ante los inversores; y un Govern incapaz de encauzar el “procés” mediante un diálogo constructivo con el Gobierno.

En estas circunstancias del Gobierno, la Sociedad Civil tiene el derecho y la obligación de exigir a los políticos una seriedad y un rigor en los debates y un profundo respeto a las Instituciones Públicas para las que han sido elegidos y que representan al pueblo español.

 

Frente a esta exigencia, la realidad cotidiana nos ofrece lo contrario. En el Congreso de los Diputados y en otros lugares hemos presenciado como el insulto, la grosería, el desprecio y hasta el odio ha estado presente en los debates políticos hasta el punto que la Presidenta del Congreso, Ana Pastor, ha tenido que actuar con gran acierto y amenazar con la expulsión o la sanción a los diputados que faltaban al respeto o abusaban de la libertad de expresión.

 

En su reciente artículo “Polarización” (El País), Elisa de la Nuez ha alertado con firmeza “sobre los riesgos que para la estabilidad democrática tiene la radicalización del discurso político por puro oportunismo electoral, ya que se pueden producir situaciones de ingobernalidad” y añadía: “Si hay algo preocupante en una democracia liberal es la intolerancia hacia el adversario”. Y el ex ministro de la Transición Eduardo Serra en su artículo “El Sistema” (El Mundo) afirmaba “Constitución y Monarquía son el binomio adecuado para asegurar el mejor futuro posible a nuestros hijos”. Y advertía: “El Gobierno no debe aliarse con los populismos radicales formando un Frente Popular que fracturaría la sociedad”.

 

La categoría humana y también la política se demuestran en gran medida con la palabra y los mejores estadistas han sido brillantes y moderados oradores.

 

El insulto, la grosería, el desprecio y hasta el odio deben ser proscritos del debate político, y debe prevalecer el respeto y la solidaridad incluso con el adversario político.

 

Salvador Sánchez-Terán

Presidente

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