En estos tiempos de recogimiento, producto de un forzado arresto domiciliario al que me veo sometido
en causa del maldito y, a buen seguro, propiciado virus importado de China (COVID-19), imbuido en
la melancólica desesperanza con la que recibo los interminables disertos gubernativos sobre su
desarrollo, me he dado la placentera satisfacción de releer uno de los muchos libros-ensayo (“LA
TENTACION TOTALITARIA”2) que conformaron mi formación intelectual universitaria, a la sazón, mi
pensamiento crítico más allá del ideológico imperante al uso (finales de los 70). Y así gustaría que lo
interpretara de inicio el sufrido y agradecido lector que me distingue con la lectura de este artículo,
cuando de inicio avanzo que sus dos primeros capítulos titulan: “1. El socialismo y sus enemigos” y “2. El
deseo del totalitarismo”.
Por todavía hoy subsistentes sus planteamientos, con la lectura de aquellos comprometidos textos que
inspiraron nuestras inquietudes políticas de aquellos años y fueran la base referencial de las
interminables tertulias estudiantiles que precedieron a nuestra más ejemplar y grande transformación
política (Transición del 78), felizmente transpuesta a nuestra Carta magna, no hago otra cosa que
rememorar tiempos de un intenso compromiso social, inolvidables por añorados.
Y si bien, adentrarme en la nostalgia del espíritu, en el germen que impulsó a nuestro país a vivir sus
máximas cotas de bienestar y esplendor en lo social, político y económico me produce un estímulo
placentero en cuanto participe de aquel hito histórico. Ahora bien, tengo que confesar que esta relajación
anímica se desvaneció en el momento en que las élites políticas minoritarias irrumpieron en el panorama
político con voluntad y capacidad de romper nuestra convivencia, primero de los independentistas y
posteriormente -en unión de destino- de los podemitas-populistas.
En este ensayo, el autor3
, en un tan meritorio como riguroso análisis descriptivo de la evolución del
socialismo, en el vacuo afán de encontrar la piedra filosofal que configura su genética, así, en el
encomiable trabajo de definir su naturaleza, en esta finalidad, de encontrar su sentido existencial desde
sus orígenes (finales del siglo XIX) por reafirmar su identidad ideológica, concluiría que el sino del
socialismo -recurrente vaivén de su debate identitario- queda marcado por su indefinición histórica
respecto de la propiedad privada de los bienes producidos. Así ha de asociarse esta duda al epílogo del
referido ensayo: “¿Nacional-Totalitarismo o socialismo planetario?. Planteado en estos términos, el proyecto
socialista se antojaba de difícil encaje -aún de estimulante- en aquella España agitada, bajo un entorno
social más que tenebroso e indeseablemente virulento, que sin duda marcaría el futuro político de este
país.
La coyuntura de aquella etapa histórica, aunque embrionariamente ya contextualizada en Europa,
coadyuvó a que el devenir social y político -tan afortunada como irremisiblemente- se desarrollara en
paralelo con los postulados de la incipiente socialdemocracia europea (en la obligada necesidad de su
diferenciación del comunismo imperante). Este hecho circunstancial, en paralelo con el significativo
temor de reversión a las remoras heredadas del antiguo régimen, llevaron a que los actores de ese
convulso momento de la nación y, en su reflejo, del futuro del socialismo español atemperaran su
manifestación ideológica, otrora, se vieran en la necesidad de ajustar su histórico discurso político
pendular a aquel momento social, más que político. En lo que sus recientes advenedizos y detractores
de la vieja guardia, portadores del caballo de troya apostado en la sede del PSOE, denominan el
“neosocialismo” ocasional.
Y si bien en los genes del socialismo en mayor o menor medida ha prevalecido una fuerte y autónoma
carga ideológica, la historia interna reciente nos dice que siempre ha subsistido un sector reaccionario,
cercano cuando no dócil al comunismo. ¿Producto de un complejo histórico?
Fue en el Congreso de Suresnes (localidad francesa colindante a París), celebrado poco tiempo antes de
la transición democrática española, que bajo un contexto de fuertes presiones por las encarnizadas
críticas al sistema capitalista (en su doble versión, moral y económica), se produjera el viraje ideológico.
En su significación histórica, por atentamente seguida por los que en aquellos años desde la Universidad
analizábamos estos movimientos sociales, para el socialismo supondría despojarse de sus más rancios
vestigios marxistas, impensable en aquel contexto si no fuera por la solvencia intelectual de aquella
aguerrida guardia pretoriana que acompañaba a un joven y re-fortalecido líder (Felipe Gonzalez). El
miedo al anticomunismo en aquellos días era tan palpable como la supervisión de cualquier
acercamiento al floreciente neoliberalismo. En esta y solo en esta clave hemos de situarnos para
entender la pacífica asunción por sus bases del feroz cambio de orientación política e ideológica que se
llevó a cabo en este Congreso. In fine, para poner en valor el inequívoco compromiso y relevancia
política que estas personalidades tuvieron en el futuro panorama político español.
Y será mi pretensión situar el relato en este contexto histórico en orden a encontrar una explicación
coherente y razonada a la duda existencial que hoy me embarga como ciudadano y seguramente
también de algunos fieles del PSOE, , esto es, sobre los motivos/casusas que llevaron a traicionar la labor
de estas respetadas personalidades y de sus bastimentos históricos, habida cuenta representaban el
sustrato de su máxima potencialidad electoral. A la sazón, de preguntarme cómo se llegó a que esta
fructífera herencia quedara depositada en manos de mediocres advenedizos (desarropados
intelectuales pesebristas de una nómina), quienes irrumpieron a una velocidad de vértigo a la jefatura
del partido.
Para el necesario análisis de esta deriva, toda vez superar los límites de mi discernimiento, doy paso a
los estudiosos del “marketing convergente4”, quienes la restringen al surgimiento de un voraz culto al
narcisismo “personalista” que arroja como notas caracterizadoras: (i) el uso frívolode las redes sociales,
junto al control de los medios de comunicación, pérfidamente anudada (ii) a la preponderancia de
líderes moldeables frente al pensamiento crítico. Esta deriva si bien empezó con un inconsistente
Zapatero (que no supo ver la crisis financiera del 2008), en su peor versión, seguiría con la prepotencia
excluyente de Sánchez (gestión nefasta de la crisis sanitaria de 2020), siendo denominador común en
ambos mandatos la mediocridad -vs historia comparativa- de sus equipos. En otro caso, que estos no se
nombrarán tanto por su capacitación académica o experiencia profesional y/o política, cuanto en mérito
4 Entendido como aquel integra los canales convencionales y digitales para llevar a cabo su acción promocional, basado en
acciones de marketing relacional, directo o interactivo. Uso de las redes sociales.
de los servicios emergentes al albur del caudillo (culto al líder), que no del partido. En una deriva
imparable hacia el “Estado narciso”.
En su mérito histórico, decimos, constituye una verdad irrefutable, posiblemente mediatizada por el
contexto socio-político de aquel momento, que el aguerrido equipo socialista que abanderó aquel
Congreso estaba sumido en el desafío de optar entre dos visiones diferenciadas de la realidad política.
A saber, de una parte, (i) por acopiarse del espacio político de la nueva España que ansiaba el cambio,
que le llevaría a despojarse de un desestructurado y obituario partido comunista, que en aquellos años
abogaba abiertamente por la ruptura democrática; de otra, bajo el previsible restablecimiento de
libertades en un país preocupantemente agitado, (ii) de la necesidad de reubicar su modelo al imperante
en los países de la Europa-occidental (inspirada y apoyada por el que fuera canciller alemán, Willi
Brandt). Huelga decir que, a la postre, a tenor del posterior devenir de la entonces incipiente marea
europeísta, este giro fue indiscutiblemente acertado, un éxito.
En este sentido, que abstrayéndonos de los inherentes riesgos que comportaría la celebración del
Congreso socialista de Suresnes5
, por superados, cual presagio de lo que posteriormente acontecerá en
el PSOE, sea premonitoria la primera frase del libro del iteradamente citado autor (REVEL) cuando
sentencia que “El principal obstáculo para el socialismo no es el capitalismo, sino el comunismo”.
Lo cierto es que el socialismo desde sus orígenes, variable constitutiva en su exégesis genética, ha estado
y está sometido a la superación de esta disyuntiva (socialismo vs comunismo), en un bamboleo
recurrente al albur del tiempo y contexto político. Y solo en esta perspectiva existencial, desde esta
referencia atemporal, podremos entender que hoy estemos envueltos en una realidad que presumíamos
-por deseada- superada.
Siendo un hecho incuestionable que tras el Congreso quedó un minúsculo y desarticulado crepúsculo
de quienes mantenían los postulados de la más pura ortodoxia comunista, aún de ello, en el interés de
la reconstrucción político-económica del país se avinieron a una convivencia política pacífica, y en su
actividad parlamentaria colaborativa. Son muestras significativamente expresivas de esta actitud de los
partidos de la izquierda -al tiempo, no en verdadero acto de contrición- los importantes consensos
alcanzados y pactos suscritos, particularmente el del máximo representante del partido comunista
(Santiago Carrillo), en aquellos alterados tiempos.. A destacar -por suscrito por todos los partidos de
izquierdas- los que conformaron los llamados “Pactos de la Moncloa” (1977), relativo a los acuerdos (1)
sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y (2) sobre el programa de actuación
jurídica y política).
Así es, por pacíficamente convenido que en el exitoso avance de los proyectos sociales y económicos de
aquellos años (bienestar social nunca antes vivido en España) tuvo un papel relevante el sector felipista
(mayormente conformado en el exilio). Muestra indubitada de su acierto al desmarcarse de las fuentes
ideológicas del socialismo más “ortodoxo”, en la sabia decisión de renunciar a sus arcaicos principios
en pro de una socialdemocracia que ya estaba consolidada en Europa.
Pero todo este mapa político, tan incomprensible como real, se quebraría abruptamente con la irrupción
del partido de Podemos. Coincide con el fin del sistema bipartito y conllevará un proceso rupturista
que, en su efecto contagio, contaminará a todos los partidos de la izquierda. En definitiva, constituye el
momento en que se produjo un giro radical en la conceptuación de la vieja política y deriva al nuevo
estado de cosas. De esta manera, este cambio nos situará en un nuevo escenario/espacio político con la
irrupción de flamantes productos de marketing, cuya primera consigna consistirá en la decapitación
cualquier vestigio del pasado (en su mejor versión del “Principe”, de Maquiavelo).
Consecuencia de todo esto será que, bajo un panorama de arrogante altivez, las viejas glorias quedarán
subsumidas al olvido más cruel, en el santo y seña de lo nuevos “gurus” del marketing político de eludir
cualquier referencia al pasado político de la vieja guardia o de sus logros económicos (periodo de mayor
prosperidad económica en España).
El partido de Podemos, entonces como movimiento social con vocación de gobernar, se encargaría de
abonar el terreno a fuer de manejar como nadie un discurso subversivo, en su contaminación, de dejar
la tierra propicia para los advenedizos carroñeros6
(sean comunistas o independentistas). La
oportunidad se la proporcionaría la crisis financiera del 2008 y los graves errores de los partidos con
mayoría parlamentaria. Dudosamente, en otro caso, hubiera sido posible el ascenso de un enigmático
dirigente socialista (Zapatero).
Porque cierto es que los nuevos virreyes de la política y su corte, no ascienden al olimpo de la política
por sus méritos o su consagrado pasado, siquiera de sus fundamentos ideológicos, sino en el
aprovechamiento personal que sacan de los agujeros negros que cíclicamente otorga el sistema. Así que
sus propuestas (proclamas populistas) sean más provecho de las carencias mediáticas que de resultado
de principios o análisis necesariamente contrastados. Sea dicho, en la permanente improvisación que
caracteriza su discurso, en la carencia absoluta de un sentido de Estado.
En esta incontrolada deriva, que estemos nuevamente en peligro de repetir los mismos errores que
precedieron a la crisis financiera (2008) en la inminente económica que se nos avecina producto de la
sanitaria (sic. CORONAVID). A mayores que en ánimo de superar la enigmática identidad ideológica
que genética y recurrentemente invade al socialismo ortodoxo, más que nunca demandemos la
“auctoritas” todavía depositada en los que fueron los padres de la socialdemocracia española, no como
un segmento social nostálgico y abatido por las nuevas tendencias, cuanto de recuperar y hacer
prevalecer su referencia intelectual y solvencia política. En suma, que apelemos a la recuperación de la
talla moral e intelectual –más allá de la académica y/o profesional- de los que fueron verdaderos
“factótums” del socialismo constitucionalista, de encontrar quien recoja el testigo histórico de su sentido
de Estado, frente a las sectas que luchan por la supremacía de un poder egocéntrico y omnímodo,
basado en el sectarismo y maniqueísmo del perverso uso de las nuevas tecnologías.
En ello, que no basta por sí sola -aún de agradecida- de la generosa actitud y gallarda valentía de las
cada vez más frecuentes deserciones, en otro caso de las tímidas llamadas a toque de rebato emitidas
por ilustres apellidos de aquella generación, hoy ideólogos denigrados a la retaguardia socialista
(Corcuera, Múgica, Leguina, Redondo, …). Este país se lo agradece, pero aún de encomiables sus
mensajes y agradecidos sus rasgos de intrépido coraje, no servirán de nada si más antes que después no
se configura un movimiento organizado de acción interna que se enfrente sin ambages ante la deriva
del proyecto socialista a la que les ha embarcado el modelo sanchista, en su devaneo imperial -por más
que torpe e incongruente- de emular a su antecesor (Zapatero). Más que nunca precisamos de políticos
de altas miras, con visión de Estado, y capacidad de alcanzar consensos trasversales.
No puede ser de otra manera, si somos conscientes de la encrucijada socio-política y económica a la que
irremisiblemente estamos abocados, y a la que en buena medida nos han conducido los dirigentes de la
actual cúpula gubernamental socialista-comunista. Solo requiere de empoderarse en un discurso
populista para dar rienda suelta a los afanes/vanidades personalistas más totalitarias.
En su solución, solo cabe una respuesta contundente de sus bases, que en un análisis más allá del
coyuntural electoral, ponga en valor el interés general sobre el personal y egocéntrico. En su versión
ideológica, que deje definitivamente predefinidas y discursivamente establecidas las finas líneas
divisorias que marcan la diferencia de la socialdemocracia con el comunismo o socialismo más
ortodoxo, desmarcándose de cualquier tentación totalitaria y, en sus discursos, marcando distancia
respecto de la pérfida dialéctica instaurada por los partidos separatistas y de extrema izquierda.
En el orden económico, de marcar distancia con el discurso confiscador instalado en el gobierno por su
vicepresidente segundo, con un discurso al más puro estilo comunista-lenilista. En tiempos turbulentos
como los que nos toca vivir, se antoja oportuno recordar al gobierno la importancia de la claridad en los
mensajes y, en ello, de dejar meridianamente diáfana la posición del partido gobernante respecto de un
principio intrínseco al sistema capitalista: la propiedad privada. A la sazón, de la defensa del sistema
capitalista como generador de riqueza. Lo acontecido en este fin de semana con la publicación de la
orden ministerial por la que los bienes de producción de naturaleza privativa -en esto, mi segunda
vivienda7
– a sola discreción del Estado se ponen a su plena disponibilidad, aún de sustentada en una
subrepticia técnica legislativa (Orden Ministerial) que la hace jurídicamente inviable, generan
inseguridad cuando no alarma social, detrae la libre iniciativa y, sin duda, desgasta la acción del
gobierno al crear confusión en los agentes económicos.
En esto que, no tratándose de bienes necesarios en el ámbito de las medidas de excepcionalidad
sanitaria, su lectura pueda interpretarse en clave de un giro camuflado del modelo socialista -hacia el
comunista- haciendo que se tambaleen los cimientos sobre los que se asienta nuestro sistema económico
y convivencial. ¿Cómo si no ha de interpretarse que el Gobierno, saltándose la tregua sanitaria, se legisle
sobre materias primigeniamente reservadas al parlamento, en aspectos de especial trascendencia y
sensibilidad social (nombramiento CNI, subvenciones a los medios de comunicación, …)?.
En mérito de no ser cansinamente descriptivos, amén de patente, no será sino un signo externo más de
la deriva bolivariana a la que nos conduce la actual dirección del socialismo en tan incoherente como
misterioso contagio de los postulados de su socio de gobierno. Hoy es el día que seguimos pendientes
de esclarecer el papel institucional desplegado por el Ministro de Fomento en la recepción dispensada
en “sede neutral” a la segunda autoridad del gobierno venezolano.
Sin duda, debe ser objeto de minucioso análisis el comprobar en qué punto y momento nos perdimos al
permitir la deriva tomada por los nuevos dirigentes del PSOE hacia el socialismo más “ortodoxo”. A
más, una vez que la socialdemocracia española superó el eterno dilema entre el Estado-nación y la
creación de un nuevo orden político-económico, en su versión europea. Acaso traiga causa en la débil y
deficiente atención a los problemas territoriales que estaban latentes, a la debilidad de su tratamiento
pacíficamente consentida en la gestión Rajoy, a la inacabada crisis educativa, …. De replantearse este
estudio, a buen seguro, nos avendríamos en materia conclusiva a que “entre todos la mataron y ella sola
se murió”. Empero, infortunadamente, los demoledores efectos sociales y políticos que ha causado la
flexibilidad política, manifestada de forma solemne en los dos periodos descritos de minorías
parlamentarias (crisis de 2008 y nueva del 2020), en cuanto se han dado alas a las más impúdicas
pretensiones extremistas (comunista e independentista), se antojan de difícil reversión a futuro.
La pregunta del porqué el PSOE “ex novo” se ha abrazado a los postulados de un ancestral régimen
comunista nos perseguirá por mucho tiempo. Más cuando el mapa electoral permitía composiciones
alternativas, en todo caso, dentro del marco constitucional. A mayor abundamiento, por cuanto el PSOE
bajo dicho “status” político habría encontrado sentido ideológico a su rol político (heredado), en el papel
de mediador en la distribución de la riqueza (de supervisar los modelos de crecimiento), por demás de
haber acogido como válido el sistema de producción capitalista. Y, si no queremos desvariar, en este
punto hemos de situar el estudio y la solución a la coyuntura política actual española.
Hoy nadie está inducido al engaño. Bajo la soflama de que los bienes han de pasar a ser patrimonio
dominado por el Estado (sic. gobierno de turno), lo que verdaderamente subyace en el propósito
“podemita” no es otro que la desaparición del capitalismo y, en ello, de su principal valedor: la
capa/clase media de este país, como coadyuvante que ha disfrutado de las mayores cotas de prosperidad
de este país, en una indisimulada obsesión por conseguir el pensamiento único. De otra manera,
camuflada bajo una cacería hábilmente programada: “quien no está conmigo, no tiene derecho a existir”.
Este sentido totalitario de ver la política no reparará en reservas morales, como lo prueba su más que
cuestionable forma de legislar bajo un sistema de excepcionalidad.
En el ámbito de la política exterior, el lector asimismo podrá percatarse de la significativa diferencia de
tomar uno y otro modelo (socialismo-comunismo vs socialdemocracia). Mientras que la
socialdemocracia se sustenta en el Estado-nación como eje del progreso, poniendo la política interior al
servicio de la política exterior (en nuestro contexto europeo), en el comunismo- en su más recalcitrante
versión podemita- no reparará en que sea la política exterior -venezolana- la que subyugue a la interior
(aún de entenderse a corto plazo inviable). En este objetivo, hoy a nadie se oculta que cualquier resquicio
que les otorgue el crecimiento acompasado y equilibrado de la democracia económica respecto de la
democracia política (crisis del 2008 o sanitaria del 2020) lo aprovecharán para reestablecer su caduco
modelo político-económico.
Para aquellos que hemos tenido la oportunidad de adentrarnos en el estudio/historia de las ideas
políticas, no nos sorprenden las técnicas utilizadas por los emisarios del nuevo comunismo populistabolivariano. El comunismo históricamente ha tenido la habilidad de hendir sus garras en las crisis
humanitarias -en ello de haber estado sagazmente agazapados largo tiempo- y sacar provecho de los
momentos de confusión. No obstante ello, en justa causa, hemos de reconocerles dotes de perspicaz
magnetismo y poder de seducción para atraer a su “reservado predio” a todos los movimientos
revolucionarios emergentes y, en este mérito también, aún de mi máxima perplejidad, a un sector
significado del socialismo ortodoxo.
Es precisamente en los momentos de crisis -cual abnegados y leales sicarios formados al más puro estilo
revolucionario- cuando despliegan su mejor capacidad demagógica (monólogo discursivo), a vista de
pájaro, con innegable éxito en su objetivo final:
✓ Especial habilidad para dividir a la población entre buenos y malos. Ha de reconocérseles una
indiscutida capacidad y talento para hacer renacer y enfrentar viejos fantasmas (franquistasantifranquistas, independentistas-no independentistas, macho-hembra, heterosexualhomosexual,…). Problema sin duda educacional, pero subyacente.
✓ En igual sagacidad política, para irradiarse de un relato unilateral y unívoco que le es negado a
otros partidos. Empero ello, sus mensajes confusos y en todo caso divisorios no dejarán de ser otra
cosa que una manifestación sectaria, aún de soportada en bases supremacistas de limitado
recorrido.
✓ Reconocimiento de una indiscutida inteligencia (por ser atributo reservado en exclusiva a la
izquierda) para aglutinar a la prensa y la televisión al servicio de su causa. Coto vetado para los
partidos de centro-derecha.
En este tortuoso camino hacia la verdad objetiva (la democracia “per se” es defectuosa, pero
consustancialmente imbatible), han de saber los actuales mandatarios del PSOE que este escenario de
censura informativa al que se ve sometida la ciudadanía no podrá persistir “in limine”, y le pasará
factura. En esto que, esta forma de gobernar no les traerá réditos político, al menos en el medio plazo:
la historia real refuta y siempre corrige a la historia sesgada.
Y si bien suscribo que una prensa libre no forzosamente es sinónimo de razón objetiva, si tengo claro
que una prensa interesadamente subvencionada no lo es en su propia esencia. De esta manera, siendo
un paradigma inmanente que la democracia prevalece a sus múltiples y complejas manifestaciones
políticas, vendrá bien recordar a los dirigentes socialistas que -en mayor medida en los tiempos actuales,
a más en el contexto europeo- el socialismo moderno solo tiene cabida y está vigente en los países en
que rige el sistema capitalista.
Sea dicho, en respeto reverencial a los padres de la socialdemocracia española, que si no fuera por los
altos costes que supondrá en nuestra convivencia estos devaneos de la nueva élite socialista (en sus
continuos flirteos) con el movimiento comunista bolivariano, bien los podríamos contextualizar en las
recurrentes y arcaicas disputas tan primitivas como estériles que configuran la identidad cambiante del
socialismo. Pero va más allá nuestra inquietud, por cuanto nos jugamos el futuro de nuestro país en un
momento tan especial en lo económico como dramáticamente convulso en lo político, y, en ello, que
demandemos un esfuerzo adicional a los militantes de bien para recuperar su esencia socialdemócrata,
asimismo en aquella que encontró su fortaleza en el modelo bipartito, y, a buen seguro, ante cuyo espejo
habrán de mirarse si se quiere encontrar solución adecuada a los trascendentales retos que se nos
avecinan.
Y a todo esto que, ante los tics totalitarios que arengan las últimas intervenciones gubernamentales, la
incompetencia mostrada en la gestión de la crisis sanitaria y el alto grado de despolitización ideológica
-consensos- que requerirán las futuras medidas económicas, por muy legítimo que pueda interpretarse
su empoderamiento electoral, por ficticio, me lleve a la necesidad/responsabilidad ciudadana de
pronunciarme sobre la cuestión que principia y abandera este artículo: “y ahora,… “quien desactiva esta
bomba de relojería?”, a la que solo cabe una respuesta: el pueblo. al caso, mediante una convocatoria
anticipada de elecciones,… Y ¿por qué de inmediato?. Porque la inmanente y descarnada crisis
económica en ciernes requiere de un Gobierno sólido técnicamente, constitucionalista y transversal
políticamente, que aparte de momento tanto la deriva independentista como la inseguridad que
proporciona a los mercados los partidos populistas (a mayor decir, Lenilistas).
De otra parte, a mayor abundamiento, esta pretensión encuentra causa irrefutable en negligentes
actuaciones desplegadas durante el escaso tiempo de gobierno coaligado con un grave riesgo para
nuestra convivencia, tales como:
1. La injustificada confrontación del actual Gobierno con los agentes sociales, a más de ningunear a la
oposición.
2. El desconcierto/confusión que ha originado en los ciudadanos, incluso de sus afiliados, que en fase
preelectoral negara –por más de tres veces- de forma tajante y radical que, tan enigmática como
precipitadamente se pactó con quienes hoy son sus socios (comunistas e independentistas) y
defienden postulados totalitarios, sin que haya existido por éstos un mínimo acto de contrición o
humildad. Lo que le hace ser un gobierno moralmente ilegítimo.
3. A mayor abundamiento, el Gobierno se encuentra hipotecado y sumisamente sometido al apoyo de
unas minorías que se postulan públicamente en soflamas de más que “dudosa legitimidad
constitucional”.
4. La ineficaz gestión de una crisis sanitaria que siendo letal en su manifestación médica, nos arrastrará
a una crisis económica que solo podrá abatirse con medidas drásticas que requieren del consenso de
partidos constitucionalistas.
Más que nunca precisamos de un PSOE que bajo la actual coyuntura, con renovada altura de miras en
el ejercicio gubernamental, anteponga el sentido de Estado sobre cualquier tendencia partidista. Otrora,
en parangón a quienes ya abanderaron -en meritoria y respetuosa sintonía bipartidista- los duros
tiempos de nuestra Transición; en todo caso, postergando del debate contemporáneo aquellos modos
que producen división social. Que defina con meridiana precisión ejecutiva el ámbito constitucional de
la cuestión territorial, huyendo de los subterfugios propulsados por defensores del imperialismo
comunista y separatista.
Jesús Verdes.